Adicciones en universitarios: prestemos atención

Debemos empezar por entender que los jóvenes no buscan reglas autoritarias. Quieren ser escuchados, comprendidos y acompañados con la razón, no con imposición

Cuando se habla de salud mental en la población joven, se pone énfasis en quienes están fuera de las aulas, lo cual es necesario y nunca debería descuidarse.

Sin embargo, existe un grupo grande de jóvenes que estudian y se esfuerzan por cumplir los grados hasta llegar a la universidad. Algunos seguirán dependiendo de sus padres, de un préstamo o de sus calificaciones para mantener la beca.

Ellos, como todos, enfrentan sus propios “monstruos”, entre los que destacan las adicciones.

Prestar atención a la salud mental de los estudiantes universitarios es urgente y demanda acciones coordinadas de todos los sectores:

  • Educativo
  • Familiar
  • Institucional
  • Social

La presión, el agotamiento, el insomnio y la ansiedad

Quienes hemos acompañado de cerca a jóvenes durante sus años universitarios sabemos que muchos enfrentan una presión constante: carga académica intensa, expectativas familiares altas, miedo al fracaso y competencia entre pares. “Pasé toda la noche estudiando” es una frase que revela perseverancia, pero también agotamiento, insomnio y ansiedad.

En ese ambiente, no es extraño que comiencen a circular los muy conocidos clonazepam, ritalina o tafil, no por prescripción médica, sino como “recursos” para mantenerse despiertos, calmar los nervios o lidiar con la frustración. Lo alarmante es que conseguir una receta verde (de sustancias controladas) en ciertas farmacias cuesta tan solo ₡5.000. Tan fácil como pedir una pizza.

¿Cuándo se agrava la situación y se “normaliza”?

El problema se agrava cuando estos fármacos se combinan con bebidas energizantes, café en exceso o incluso otras sustancias inyectables que se consumen en gimnasios.

Lo que comienza como una “ayuda puntual” se convierte en hábito y, finalmente, en dependencia; además, la presión social dentro del mismo grupo de estudiantes contribuye a normalizar las adicciones.

Pero no solo las sustancias son una válvula de escape. También lo son el ejercicio extremo, el uso compulsivo de redes sociales y, en no pocos casos, el aislamiento.

Detrás de las adicciones se esconde, en ocasiones, un hogar disfuncional, niños que vieron en su casa una persona que abusaba de sustancias y la siguieron como modelo, e incluso el consumo en el vientre por adicción de la madre.

La frustración también desempeña su parte: idealizar que una carrera se termina en cinco años y luego ver ese plazo prolongarse por razones familiares, de salud o económicas golpea el ánimo. Significa también depender más tiempo de los padres y postergar planes personales. Es una carga emocional que rara vez se expresa en voz alta.

Cuando los síntomas aparecen no siempre son visibles para todos

Algunos profesores logran ver más allá de las calificaciones: cambios en la conducta, ausencias, bajas calificaciones cuando antes se era un estudiante responsable y hasta pérdida de peso.

Ese es el valor agregado que marca la diferencia en el combate de las adicciones: el docente que observa, escucha y acompaña, incluso sin ser psicólogo.

Pero el acceso a ayuda profesional también es limitado. Muchos estudiantes no buscan apoyo por no querer generar un gasto extra a sus familias. Otros sienten vergüenza o desconfían de cómo reaccionarán sus padres. El costo de una consulta privada y los medicamentos es elevado, y el estigma sigue presente.

A pesar de que la Ley 8612 garantiza atención primaria gratuita para menores de 24 años en la CCSS, muchos no conocen sus derechos, ni la existencia de instituciones como el IAFA y otras donde encuentran tratamiento profesional.

Soluciones y algunos consejos

Las soluciones deben venir, por tanto, desde múltiples frentes:

  • Denunciar y sancionar a las farmacias que venden a los jóvenes recetas controladas sin criterios médicos.
  • Fortalecer los programas de salud mental dentro de las universidades como un apoyo que se complementa fuera de las aulas.
  • Formar a docentes y administrativos para que puedan detectar señales de alerta.
  • Sobre todo, educar a las familias para que se conviertan en apoyo, no en una fuente adicional de presión.

Para combatir las adicciones, sus trágicas consecuencias y mantener a los universitarios en las aulas, debemos empezar por entender que los jóvenes no buscan reglas autoritarias. Quieren ser escuchados, comprendidos y acompañados con la razón, no con imposición.

Este artículo fue escrito por: Sofía Carmona Cascante, Psicóloga; Juan Eduardo Vargas González, Farmacéutico y Luisa Gallón Vanegas, Médica de empresa.

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